Decimoctavo descubrimiento:
«Hiberna veinte minutos»
No te muevas. Respira, no respires.
Hits que se escuchan en cualquier sala de radiografía.
Hay frases en el hospital que oyes hasta la saciedad; acaban formando parte de ti, como si se pusieran
de moda. Es parecido a cuando una frase se hace famosa en un programa de televisión y la gente no puede
dejar de repetirla. Pues en el mundo hospitalario ocurre lo mismo; ésta es una de ellas.
«No te muevas. Respira, no respires» es la que más escuchas cuando te hacen un tac o una
radiografía. Necesitan sobre todo que no te muevas, que te quedes muy quietecito para que todo aparezca
en su sitio. El tiempo de inmovilidad es de entre quince minutos a una hora y quince minutos. Por lo tanto
hay que armarse de mucha paciencia para gozar de esos momentos; debes tomártelos como momentos de
paz interior.
Sin duda para disfrutar con el cáncer tienes que disfrutar de los tiempos muertos, ya que son la base
de todo cuando tienes esta enfermedad. Eso es lo más duro: no hacer nada, estar quieto aunque por dentro
tengas ganas de marcharte, de volar, de jugar, de trabajar.
Eso es lo que debes controlar, eso es lo que más cuesta aceptar. Estar en una sala solo, ya que nadie
quiere irradiarse. ¿Y yo? ¿Acaso yo quiero irradiarme? Siempre me lo preguntaba cuando todos se
marchaban.
Pero no se trata sólo de estar quieto sino también de estar en silencio.
Y por si todo esto fuera poco, no sólo tienes que administrar tu silencio sino también tu respiración.
Mucho silencio, mucha quietud y mucha respiración controlada.
Sin saberlo, cada vez que me hacían una radiografía entraba en contacto con mi yo interior. Era como
un acto de búsqueda y encuentro, un autoexamen; un yoga extraño que hacía que me sintiera mejor. Salía
de la radiografía mejorado.
Por ello, cuando me curé, seguí utilizando ese método. Cada mes, intento dedicar un día a hacerme
una radiografía. No tengo aparatos de rayos X en casa, pero no son necesarios para estudiarte por dentro.
1. Me echo en la cama. Cierro las puertas, apago los móviles y me quedo quieto, muy quieto.
Mentalmente me digo la frase número uno del hit parade: «No te muevas. Respira, no respires».
3. Durante veinte minutos lo hago. Me prohíbo cualquier actividad que no sea pensar en no moverme
y racionar el aire que respiro.
4. Y, mágicamente, cuando acabas ese momento de no hacer nada consigues solucionar cuestiones
oxidadas, encontrar sentimientos que parecían perdidos y creer (luego hay que comprobarlo) tener la
solución para todo.
Quizá parezca meditación, pero en realidad es simplemente estarse quieto. Todo iría mejor en este
mundo si todos nos quedáramos un rato quietecitos, muy quietecitos. Hibernaciones de veinte minutos.
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